Cinema Paradiso y el poder de la nostalgia (D!ego GranMachim)

"Cinema Paradiso" (1988) consigue hoy emocionar igual que hace treinta años. La historia del pequeño Toto y el entrañable Alfredo, la figura paterna ausente para el niño, mientras éste ocupa, a su vez, el espacio del hijo que nunca tuvo. Una relación que encajaba en las dos direcciones y que nos regaló una de las amistades más sinceras, divertidas y emotivas del cine.

La inocencia, ese niño interior que vive por poder girar una manivela, por guardar un fotograma censurado, por poder mirar lo que el cinematógrafo proyecta desde un hueco en una pared... Y precisamente ese es el hueco que reivindica esta película. El espacio necesario para la nostalgia, el mantener al niño interior incluso en la vejez.

No es solo un sentido homenaje a la magia del séptimo arte, a aquellos tiempos en los que ir al cine provocaba tantas emociones y donde el tiempo se detenía en esa sala. Es también una oda a la infancia, al pueblo que te vio crecer y partir, a la amistad... Y un lamento por la pérdida de ese precioso vínculo por el paso del tiempo, que queda en la memoria.

Un beso... una promesa, un gesto de respeto y quizás un signo de más cosas por venir. El entusiasmo de una historia compartida y atesorada.